Cápsulas de Transformación
Por Blanca Montoya*
A veces voy los domingos a echarme unas quesadillas en un puesto ubicado en una banqueta con tres mesitas en la zona sur de la Ciudad de México. Los dueños del pequeño negocio son una mujer veracruzana de mediana edad que se llama Yadira, quien cocina la comida que ahí sirven y su esposo que se llama Sergio, pero le decimos Checo, que se encarga de manejar los pedidos, atender a los clientes y cobrar. Una vez hablando con ellos de Cuba, Yadira me preguntó qué tan lejos estaba y cuánto se hacía por carretera para llegar a Cuba.
Alguien pudiera creer que su ignorancia es muy distante de algunos académicos con quienes a veces intercambio ideas. Pues no, si una de las pruebas que se hacen para medir conciencia de ubicación en las clínicas de salud es preguntar la fecha, la hora y el país en el que se encuentran, y esa prueba se la aplicamos a estos académicos respecto al país en que se encuentran, lo que sucede, lo que sienten y viven sus pueblos y muchas otras cosas de su supuesto conocimiento, seguramente responderían con máximas de autores extranjeros en un lenguaje poco claro para las mayorías a las que pretenden dirigirse que daría cuenta de que su desubicación o ignorancia pudiera ser mayor a la de Yadira pues tienen menor conciencia de ello y carecen de la autenticidad de la veracruzana. Emblemático de estos casos sería Krauze y compañía, pero también intelectuales de “izquierda”.
Pero vamos más allá, si alguien atendió a la reunión de emergencia del Consejo de Seguridad por el conflicto de Afganistán habrá percibido que la ignorancia que muestran es significativa. Tanto Guterres, el Secretario de la ONU, como la mayoría de los asistentes hablaron de un conflicto en el que ignoraron su origen, cuarenta años de vicisitudes y la conducta de cada una de las partes intervinientes a lo largo de éstas. También se observó la falta de conciencia de su desubicación: los talibanes están controlando casi todo el territorio, el presidente títere y corrupto que pusieron las fuerzas imperiales ha huido casi con todo su gobierno y ellos se ponen a ordenarles desde su curul que respeten los derechos humanos, cumplan con el derecho internacional y las obligaciones a las que se han comprometido los talibanes en esta transición, como si los invasores y el gobierno fársico lo hubieran hecho y como si la toma de los talibanes hubiese sido por generación espontánea.
Resulta que de pronto los talibanes vencieron a Estados Unidos y a la OTAN después de haberse gastado en veinte años dos billones de dólares que han salido de los bolsillos del pueblo estadounidense. Dicen que los talibanes no han cumplido sus promesas anteriores como si el imperio sí las cumpliera. Están “preocupados” por el terrorismo que pueda cundir en el área, como si éste no hubiese sido el caldo de cultivo para mercenarios contratados por ellos y para la venta de armamento del cual el complejo militar industrial se ha beneficiado y lo cual ha ocasionado tantísima muerte. Ahora falta que éste sea el nuevo pretexto para renovar la guerra en esa región, ya Biden amenaza con volver bélicamente si no respetan los derechos humanos. Cabe mencionar que cuando gobernaron los talibanes el cultivo de opio se redujo significativamente y a partir de la intervención occidental es un fructífero negocio, si no me equivoco es el primer productor a nivel mundial. No es que defienda a los talibanes, menos siendo mujer feminista, sólo expongo algunos datos que conozco de fuentes autorizadas y que los medios omiten para aportar a una visión más objetiva de esa tragedia humana.
Los únicos que mostraron cierta conciencia fue Rusia, sugiriendo que esto debe atenderse principalmente en conjunción con los países de la región que son los más afectados, y China a quien le pareció inaceptable que estos países habiendo solicitado asistir a la reunión se les hubiera negado. México, y lo digo con gran orgullo, fue el que puso sobre la mesa una cuestión central: que se impidieran las transferencias de armas al país pues son las herramientas de las masacres que puedan ocurrir y que han venido sucediendo. No me cabe duda que la ignorancia, la desubicación o quizás la maldad, que también es ignorancia, de estos representantes de países que se creen muy educados es mayor y mucho más dañina. Sí, Yadira es ignorante, pero también es, una persona cálida, humilde, sonriente y auténtica, virtudes ausentes en algunos académicos y en la mayoría de estos señores y señoras del Consejo de Seguridad de la ONU. Yadira puede aprender, es más, le expliqué y entendió dónde estaba Cuba en los diez minutos que le tomó preparar mi deliciosa quesadilla de tinga, mientras que éstos últimos, ni cómo ayudarles, su soberbia lo impide.
*Blanca Montoya es psicóloga clínica con cuarenta a años de práctica terapéutica; es maestra en literatura por la Universidad Nacional Autónoma de México y doctora en Filología española por la Universidad Autónoma de Madrid. Es productora y guionista de cine y televisión con múltiples reconocimientos internacionales.