Un negocio y un servicio

Por Adalberto Carvajal

No se confundan, el convenio de carvajalberber.com con el Ayuntamiento de Manzanillo es para la difusión de sus actividades. Las coincidencias entre nuestra opinión y la lucha de la alcalde Griselda Martínez contra la extorsión periodística y la violencia política de género, esa es gratis.

Nuestro primer convenio publicitario con una entidad pública, por cierto, fue con el Gobierno del Estado. En 2017, el mandatario en persona nos lo ofreció como reconocimiento a una labor periodística en la que destacó el valor de la crítica.

Ese convenio se suspendió en 2018 porque del año anterior quedaron pendientes de pago cinco facturas. Tampoco recibimos pauta de publicidad oficial en 2019, por razones que sólo el coordinador general de Comunicación Social puede explicar. El gobernador Ignacio Peralta, por lo que me dijo en varias ocasiones, siempre asumió que el acuerdo publicitario estaba vigente.

No es inmoral ni ilegal recibir publicidad oficial. Lo importante es dejar en claro qué compra el que compra y qué vende el que vende. En carvajalberber.com nos quedan muy claras las diferencias entre información, publicidad y propaganda.

Los medios de comunicación enfrentamos el desafío de recuperar a los lectores, a los anunciantes y a los patrocinadores de nuestros proyectos periodísticos. No obstante, ante la falta de un mercado publicitario privado y frente a la expansión de una cultura de la gratuidad –según la cual las audiencias no reconocen la importancia de pagar por los servicios periodísticos–, ¿queda como responsabilidad del Estado contribuir a la subsistencia de la prensa?

De toda la prensa, no sé. A mí me gustaría que el sector público y también el privado apoyaran la existencia de medios que hagan periodismo y no propaganda, que enriquezcan la conversación pública en vez de abonar a la polarización ideológica.

PROTECCIÓN DE PERIODISTAS

Este 4 de enero se conmemoró en México una de las tantas fechas del calendario donde se reconoce al oficio periodístico. La efeméride se estableció en memoria de Manuel Caballero, considerado el iniciador del reporterismo en nuestro país, pero también el introductor del sensacionalismo en las noticias. El articulista y cronista porfiriano murió precisamente ese día de 1926.

El 4 de enero ha perdido importancia frente a otros días consagrados al periodismo o la comunicación social: la ONU reconoce el 3 de mayo como el Día Mundial de la Libertad de Prensa; para la Iglesia Católica, el 10 de mayo es el Día de los Medios de Comunicación Social; en México, el 12 de mayo es el Día del Comunicólogo y un 7 de junio los editores de periódicos establecieron el Día de la Libertad de Expresión; el 8 de septiembre se celebra el Día Internacional del Periodista y, a nivel estatal, festejamos a los comunicadores el 19 de marzo y a los periodistas el 3 de mayo.

Sin embargo, la proximidad de la conmemoración en este 2020 mereció diversas menciones en la prensa y las redes porque, a finales de diciembre, se dieron a conocer las cifras de periodistas (reporteros, editores, columnistas y otros trabajadores de los medios) que fueron asesinados en 2019.

Según el Comité de Protección de Periodistas, el año pasado fallecieron violentamente al menos 25 periodistas en 13 países. Diez de las víctimas no murieron en un fuego cruzado o en una misión peligrosa, fueron atacados. Y casi la mitad de los crímenes tuvieron lugar en México.

Por su parte, la Federación Internacional de Periodistas reportó que 49 informadores perdieron la vida haciendo su trabajo. Pero de ese casi medio centenar, 10 asesinatos de periodistas ocurrieron en México. “Todos ellos trabajaban en investigaciones sobre corrupción y organizaciones del narcotráfico”, asegura la fuente.

¿QUIÉNES SON LOS PERIODISTAS?

Oficialmente, en Colima no se registran casos de periodistas asesinados por hacer su trabajo. Los tres o cuatro homicidios de informadores o trabajadores de los medios que se han dado en la entidad, no respondieron a la hipótesis de riesgo profesional de acuerdo a la entonces Comisión General de Protección Integral del Ejercicio Periodístico (Copip).

El organismo público, cuya directiva había designado el gobernador Ignacio Peralta, se transformó a la luz de una nueva ley impulsada por el diputado Vladimir Parra. Pero su nueva conformación quedó en suspenso luego que, uno de los candidatos a presidir la Comisión, impugnó el proceso y la justicia federal le dio la razón.

El interés de darle a ese instrumento de defensa gremial un sentido político, poco abona a la legitimación del organismo. Y minada por sus conflictos internos, la bancada de Morena ha ido aplazando el tema. Mientras, la oficina de Comunicación Social del Ejecutivo busca controlar el organismo para usarlo como parte de su estrategia contra la oposición a José Ignacio Peralta Sánchez.

Sin embargo, el gran obstáculo para instalar lo que en broma algunos colegas llaman “la Cojips” ha sido, por un lado, la expectativa de recibir un sueldo como comisionado y, por otro, la indefinición del sujeto del derecho a la protección. Antes de que podamos establecer mecanismos de protección, debemos precisar quién es periodista o quién ejerce el periodismo en Colima.

NI SON TODOS LOS QUE SON

Gracias al abaratamiento y la accesibilidad de la tecnología digital, hoy en día todo mundo es periodista. Antes de que apareciera como una especialidad laboral, nadie reclamaba como exclusiva la facultad humana de generar información, poner significados en común o generar efectos de sentido.

La etimología de la palabra en español se remonta hasta el medio impreso que conocemos como periódico. En ese sentido, periodismo era originalmente todo lo que se publicaba en diarios y revistas. Y aunque todavía hay lectores de la vieja guardia que sólo reconocen como periodismo al que se imprime en papel, con el tiempo las funciones de informar y opinar se extrapolaron a otros medios, tanto escritos como audiovisuales, lo mismo electrónicos que digitales.

Sin embargo, la verdad es que no todo lo que hicieron los periódicos era periodismo en sentido estricto, como no todo lo que se publica ahora en las redes sociales deja de serlo porque sus autores recurren a un canal informal.

Los medios tradicionales están migrando a internet y otros medios han nacido directamente como prensa digital, pero muchas de las noticias y las opiniones que circulan actualmente lo hacen a través de una plataforma como YouTube, WhatsApp, Facebook o Twitter. Que la mayoría de ese “periodismo ciudadano” (como luego se le llama) no cumpla con un protocolo periodístico, es otra cosa.

NI ESTÁN TODOS LOS QUE ESTÁN

No hay buen periodismo o mal periodismo, es periodismo o no lo es, independientemente del medio en que se practica o del perfil profesional de quien lo ejerce (en México, por ejemplo, nunca se requirió de un título universitario ni de una patente para ejercer el oficio).

Tampoco se es periodista o se hace periodismo por una cuestión ocupacional. Antes se hablaba de un periodista profesional porque vivía de eso, así fuera propietario, empleado o trabajador independiente. Hoy, la industria mediática y sus profesionales se enfrentan al reto de construir un nuevo modelo de negocio.

Más allá de la técnica para lograr una comunicación eficaz de noticias y opiniones, quizá lo que define a un periodista es una actitud ética. Y en la falta de ética, en la deshonestidad, se hermanan titulados y empíricos, periodistas de tiempo completo y parcial, comunicadores y profesionistas de otros perfiles (como abogados que litigan en los medios o en las redes e informáticos convertidos en community manager que emprenden linchamientos digitales y otras campañas de guerra sucia), emprendedores de la comunicación y funcionarios públicos.

La pregunta no es quiénes son los periodistas sino cómo se hace el periodismo en Colima, en México o en el mundo.

POSDATA

Tiene razón mi colega y amigo cuando dice que la violencia de género no es privativa de las mujeres. Uno de los personajes públicos más atacados en columnas y memes, con bromas pesadas sobre su vida privada, es el gobernador Peralta Sánchez. 

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com. Esta columna también se puede leer en: www.carvajalberber.com y sus redes sociales.

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