La rabia de los bufones y el feudo del Grupo Universidad

Por: Irving Radillo Murguía*

Dice Rogelio Guedea, quien de escritor de novelas pasó a ser guardaespaldas del Grupo Universidad, que Vladimir Parra es un diputado sin formación académica ni profesional. Sugiere Jonás Larios, exdirector de la Facultad de Pedagogía, que quienes estamos a favor de la reforma a la Ley Orgánica de la Universidad somos unos desagradecidos y pone en duda los buenos hábitos académicos en nuestro paso por las aulas. Los defensores de los privilegios de la rectoría atacan con injurias dirigidas de manera personal porque no tienen respuestas ante los cuestionamientos que generaciones de profesores, trabajadores y estudiantes hemos hecho al grupo que controla como feudo privado la máxima casa de estudios de nuestro estado.

La defensa de la autonomía universitaria se convierte en ese velo oscuro que busca encubrir temas espinosos que ahora vuelven a ponerse sobre la mesa. Nos gustaría que nos respondieran, entre otras cosas, por qué el rector de la Universidad de Colima gana más que el presidente de la república; por qué una universidad pública cobra tanto en sus cuotas de inscripción; qué sucede con el dinero del fondo de pensiones y por qué hay tantas denuncias de irregularidades al respecto; por qué las elecciones de representantes al Consejo Universitario se hacen a espaldas de la mayoría de los estudiantes y profesores; por qué se reconoce únicamente a una federación de estudiantes que no es nada más universitaria; por qué se permitió el proselitismo político al interior de la universidad cuando el entonces rector Miguel Ángel Aguayo y el presidente de la FEC, Héctor Magaña, fueron candidatos a cargos públicos por parte del PRI; por qué las y los investigadores y profesores se ven ahogados en cuestiones administrativas y burocráticas sin una real promoción de lo académico; por qué el rector tiene a su esposa, su hijo, su hermano y otros familiares cobrando sueldos de directores; por qué los rectores se jubilan no con su último sueldo como trabajadores o profesores, sino con sumas de miles de pesos, siendo el caso más escandaloso el de Ramón Cedillo Nakay quien fue rector solo por unos meses… Tantas preguntas, tantos ladridos rabiosos supuestamente a favor de la “autonomía universitaria” y tan pocas respuestas.

La semana anterior, “El Comentario”, periódico oficial de la Universidad, publicó un cartón titulado “Bastión, la autonomía universitaria” en el que se representa a dichacasa de estudios como un castillo medieval lleno de torres, murallas y fortificaciones. Nada mejor para representar a nuestra alma máter: la de una institución cerrada en sí misma, anclada a un pasado corporativo y jerárquico en el que existe un “líder nato” omnipotente e incuestionable, donde quienes generan la riqueza son tratados como simples siervos, carne de cañón que es lanzada a voluntad del señor feudal contra quienes considera sus enemigos, con bufones y sacerdotes de pacotilla que cantan loas al líder mientras puedan recibir dinero y títulos de parte de él.

Pero bajo esta fachada de mundo feudal inmóvil siempre ha habido fuerzas democráticas que han empujado a favor de la apertura. Espontáneas y aisladas unas veces, otras veces colectivas y organizadas, han llamado la atención en repetidas ocasiones sobre los temas de la democratización, la gratuidad, la transparencia, la rendición de cuentas y el primado de lo académico sobre lo administrativo. Y así como el mundo feudal que se negaba a morir fue arrasado por las revoluciones liberales, el bastión fortificado del Grupo Universidad más temprano que tarde tendrá que dar paso a una casa de estudios libre para llevar a cabo con cabalidad sus objetivos de enseñanza, investigación y difusión cultural. Somos muchas y muchos quienes así lo deseamos, dentro y fuera de la Universidad, por más que la rectoría y sus amigos se aferren a las arcas del poder político y económico que esta institución representa.

*Militante de la Coordinadora Socialista Revolucionaria

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