Del arrebatar los derechos y las lecciones que nos dan las jóvenes.
Por Rosario Gutiérrez
No es ninguna novedad que a las mujeres por mucho tiempo y de muchas maneras, nos han sido negados derechos que nuestra contraparte toma por sentados, por ejemplo, la autonomía total y absoluta sobre nuestro cuerpo ya que al momento de decidir si continuar un embarazo o no, quedamos a merced de la tutela del Estado, que pretende dictar sobre nuestra maternidad y las semanas que tenemos para continuarla o no.
El derecho a votar, a ir a la escuela, a publicar y así hasta llegar a la interrupción voluntaria del embarazo y el ocupar cargos de poder en todas las esferas públicas, han sido derechos arrebatados por mujeres valientes de todas las épocas que se han reusado a quedarse calladas ante la injusticia y el yugo.
Es el producto de manifestaciones, huelgas e iconoclasia, o eso que a las personas que no se molestan en mirar hacia atrás a la historia de la humanidad les gusta llamar “vandalismo”.
Una muestra de esto último acaba de tener lugar en una escuela del nivel medio superior de la capital: el CBTIS 19, institución que hace algunos días atrajo las miradas tras las manifestaciones de parte de su alumnado, mujeres que demandan poder estudiar sin ser acosadas por sus profesores.
La demanda es básica y no debería ni siquiera pedirse, este problema no debería existir y sin embargo, persiste, porque no es la primera manifestación de este tipo en la entidad, hace tres años, en 2020, las alumnas de secundaria de la escuela Enrique Corona Morfín, clamaban por lo mismo y se manifestaban en el plantel ante la omisión de las autoridades de su escuela.
Hace cuatro años en 2019, las alumnas del Bachillerato en Artes y Humanidades CEDART «Juan Rulfo», hacían lo mismo y en 2022 las estudiantes del Instituto Universitario de Bellas Artes denunciaban en su plantel y en redes sociales a los maestros que por años les habían hecho lo mismo.
La voz de estas jóvenes hizo que hubieran cambios en sus escuelas, en el caso de la Corona Morfín y en el caso de la Universidad de Colima, estas echaron a andar una maquinaria que nunca antes había dado pasos, incluso llegando a tener como resultado la recesión del contrato de la institución con varios profesores.
Lamentablemente, el acoso hacia las estudiantes por parte del profesorado e incluso sus compañeros, parece ser la Hidra de Lerna: por cada plantel o institución en el que se logra algún avance, salen varios más con el mismo problema.
Las mujeres hace muchos años arrebatamos el derecho a estudiar, sin embargo, hemos pagado un precio por ello: el constante acoso y el demérito por el hecho de ser mujer.
Precio que pareciera que se repite en cualquier ámbito y esfera pública casi siempre que una mujer incursiona en este.
Afortunadamente, las más jóvenes nos están dando valiosas lecciones de valentía, de coraje y de rebeldía, no tengo ninguna duda de que sabrán arrebatar todo aquello que les sea negado y para apoyarlas, aquí estamos las no tan jóvenes.