Herramientas de Paz
Por Marisa Mesina
Los problemas continuos relacionados con la violencia que sufren las personas en su vida cotidiana son diversos.
Estudios recientes mencionan que la mayor cantidad de hechos violentos denunciados son la violencia dentro de las familias y esta afecta principalmente a las mujeres, pero también la sufren los niños y niñas, las personas ancianas y las personas con discapacidad.
¿Qué hace que en una familia actúe de manera violenta, poniendo a algunos de sus miembros en contra de otros? La respuesta está en la cultura.
En su acepción más amplia, la cultura es toda la creación de la humanidad y se expresa transformación del ambiente en el que se habita, adaptándolo a las circunstancias. La cultura se enseña y se aprende. Antes se decía que la cultura, al ser expresión humana, era la forma más clara de evolución y que colocaba a la humanidad en la cúspide de la evolución. ¿Eso es verdad?
Si todo lo que produce la humanidad es cultura, entonces cultura son los juguetes y las armas, cultura son los edificios y las carreteras, cultura son las ropas que usamos y los colores con los que pintamos nuestras casas. Cultura son las herramientas que utilizamos para hacer cosas o transformar el entorno y hacerlo a nuestro gusto, a nuestra necesidad.
Cultura es, también la forma en como reaccionamos al mundo y la forma en como nos relacionamos con él. Si talo un árbol, si tiro basura en la calle, si me alimento de comida chatarra, esas también son expresiones culturales. ¿De que cultura estamos hablando? No lo se. Solo sé que esas conductas que tenemos en lo público y en lo privado, de cuidado, de amor y también de olvido y desesperanza son parte de nuestra cultura. Y todo esto se aprende y se enseña.
Entonces ¿La violencia es una expresión cultural? La respuesta es sí. La violencia, como todas las formas de expresión cultural, se enseña y se aprende. En algún momento hemos aprendido a desconfiar del otro, a odiar al otro, a defendernos del otro. La violencia tiene, a su vez, muchas expresiones.
Tratamos con violencia el medio ambiente cuando dañamos la naturaleza, cuando producimos basura que ya no encontramos donde ponerla; cuando en lugar de convivir con el entorno, lo destruimos. Somos violentos con los otros o con las otras, cuando no reconocemos sus necesidades y al contrario, utilizamos sus necesidades para esclavizarlos, como quienes no pagan sueldos justos a sus empleados o no les dan tiempo para la recuperación de su fuerza de trabajo o cuando en las familias, los que tienen más poder se aprovechan de aquellos que son más débiles.
Somos violentos cuando en nuestros hogares no hablamos con nuestros hijos, cuando discutimos con nuestras parejas y cuando a nuestros hijos e hijas les compramos juguetes bélicos, cuya única función es enseñar a matar.
¿La violencia tiene solución? La respuesta es si. La humanidad tiene todas las respuestas y también la tiene en relación a la violencia, la que vive todos los días y la que sufre en todos los espacios que habita. Es la humanidad la que la genera y es la humanidad quién puede evitarla. Olvidar esa expresión cultural conlleva un trabajo de reeducación que no es imposible.
Si hemos aprendido a reaccionar de manera violenta ante los estímulos que nos brinda el entorno y ante las experiencias de vida, también podemos desaprender.
La humanidad hacemos conflicto y solo tenemos dos formas de enfrentarlo: o resolvemos el conflicto o destruimos al otro con el que tenemos el conflicto. Hasta este momento, la humanidad se ha decantado por la segunda opción. Propongo trabajar por la primera.
Diálogo, valores como el respeto, la confianza, la tolerancia y el amor, capacidad de negociar y comunicar, son herramientas de paz que pueden ayudar a transformar nuestra realidad. Para utilizarlas, se necesita voluntad. ¿Quién se apunta?