Descubriendo la Laguna de Cuyutlán
Por María del Rosario Cabral Verdía*
Columna: Notas del Manglar
La primera vez que fui a la Laguna de Cuyutlán yo era una simple aprendiz de Biología. Entre varios estudiantes voluntarios empezamos reforestado mangle blanco (Laguncularia racemosa) en una zona cerca de San Buenaventura, las plantitas eran pequeñas, un tallo y varias hojas superiores. Miles de plantas fueron acarreadas con extremo cuidado porque con cualquier mal movimiento se quebraban. Fue una semana dura, empezábamos con entusiasmo y terminábamos molidos. Finalmente al concluir esa semana se veía la diferencia entre un campo lleno de marismas (Batis marítima) a lo que sería el comienzo de un bosque de manglar.
Muchas personas me han preguntado qué es un manglar. Y después de tanto tiempo aún me sorprende, porque los lugareños ubican perfectamente donde están y cuales son. Y siempre empiezo con la misma frase: El manglar es procreador de vida. Estos bosques forman parte del balance del clima local y global. Previenen inundaciones y contribuyen a la recarga de acuíferos subterráneos, regulan la composición química de la atmósfera y los océanos gracias a su capacidad filtradora. También previenen la erosión del suelo, fijan la energía solar produciendo biomasa, reciclando y almacenando nutrientes. Es un hábitat de suma importancia para la presencia de animales migratorios y la reproducción de miles de especies. Tantos son sus beneficios que su tala y uso es ilegal, protegidas bajo la NOM 059 SEMARNAT-2010
Más adelante, en los últimos años de estudiante, fuimos a ayudar a una colega a terminar estudios de su tesis con mangle rojo (Rhizophora mangle), este es diferente. De su tallo surgen raíces que se afianzan al suelo. Conforme crecen esas mismas, crean imponentes bosques. Es toda una aventura caminar entre sus raíces. ¿Se imaginan a un bulto de 60 kg a 3 metros del suelo paseando entre árboles a través de sus raíces? Exacto, me caí varias veces, pero la experiencia valió la pena por completo.
Las otras especies que se encuentran en nuestro estado son (Avicennia germinan y Conocarpus erectus) llamadas comúnmente mangle negro y mangle botoncillo. A los que, para conocerlos en vivo y a todo color, tuve que ir a la playa la boquita. Pensarán: ¡uy que sufrida!, seguro se aventó unos mariscos y un coquito. ¡Pero no! Y eso que ganas no me faltaron.
En principio fuimos a bordear toda la zona donde había manglar. Porque nos habían mencionado que había plantas pequeñas de mangle negro, y probablemente encontraríamos semillas, pero nada. Entonces cuando íbamos a finalizar el recorrido, nos atascamos. Debimos vernos muy lamentables porque un chico se acercó a ayudarnos y gracias a él logramos salir. Debieron vernos al final, todos sucios llenos de lodo por todos lados. Ni siquiera cuando vamos a reforestar terminaba así.
Al final de eso camine a la playa y me bañe. Salí con pantalón y toda la gente se me quedaba viendo. ¿Quién es esa loca que sale muy sonriente con pantalones? Dirán. Y es que a pesar de la búsqueda infructuosa entendí que hay gente buena en el mundo.
Esto me lleva a una parte muy importante: conservar tiene una intención muy noble. Es pensar y actuar en favor de los demás y de uno mismo.
PD: ¿Te gusta comer mariscos y el arte de pescar? Entonces el manglar debes conservar.
*María del Rosario Cabral es Licenciada en Biología por la Universidad de Colima