¿Por qué nos inundamos? ¿Error de cálculo?

Por Carlos Ponce de León

Columna: Flujo de ideas


En esta temporada de lluvias, y cada vez que observamos que en el cruce de V. Carranza con Tecnológico, en el Tercer Anillo, la 20 de Noviembre o en otras avenidas se forman toboganes y albercas como para practicar natación – lastima por lo contaminada que está el agua –, un comentario recurrente en las redes sociales es: “el ingeniero que calculó eso no lo hizo bien” o “ese drenaje se hizo mal”, esto no es del todo correcto, y trataré de explicar por qué.

Cuando nosotros calculamos una obra que esté relacionada con el agua de lluvia debemos considerar tres cosas muy importantes: primero las características de la cuenca o del área, si las calles son de pavimento, los parques en el área, si en su patio tiene tierra o concreto, etc.; después la vida útil de la obra, cinco, 10 o 20 años; finalmente se debe considerar el clima, en específico la lluvia, qué tanta lluvia se espera que caiga en el área, digamos, en una hora. Con esta información nosotros calculamos una escorrentía, que es toda el agua que vemos en las calles cada que llueve, y definimos las medidas que tendrá nuestra construcción.

¿Cuál es el problema? ¿Por qué si se supone que calculamos esa boca de tormentas se siguen inundando las avenidas? El problema somos todos nosotros, sociedad, fraccionadores y administración pública. Como seres humanos nuestra existencia significa la alteración del ambiente, en conjunto, somos una fuerza transformadora tan potente como los terremotos, huracanes y volcanes; solo que somos un poco más lentos, pero constantes. Esta influencia que tenemos ha propiciado el cambio climático, que entre muchas cosas causa que las tormentas sean más intensas, que llueva más en menos tiempo.

Imagine que usted va a vaciar una cubeta en su lavadero, si la vacía lentamente el agua se irá sin problemas por la coladera, pero si vacía la cubeta de golpe el agua se estancará un momento antes de irse. Lo mismo sucede en la calle, si la tormenta es muy intensa toda el agua que corre es como una cubetada que le cae de golpe a las bocas de tormentas. Esto se complica todavía más con las cantidades ridículas de basura en la calle, el vasito del esquite, el volante de los teléfonos, cubrebocas, en fin, basura que podemos llevar en nuestro pantalón, en la bolsa o en nuestras manos hasta nuestra casa, pero es más sencillo para muchos simplemente abandonar la basura a su suerte en la calle, al fin y al cabo, alguien más lo va a levantar, ¿no?

Otro problema del que somos culpables es cambiar áreas verdes y prados por construcciones, la ambición por la ganancia provoca querer construir más casas, más plazas, más estacionamientos, más y más gris y menos verde, ¿se necesitan realmente más casas y locales? ¿Cuántas casas abandonadas hay? ¿Cuántas plazas de antaño no están ya muriendo lentamente? La consecuencia de esto es que el agua de lluvia ya no sea absorbida por el suelo y las plantas en él, y escurra a la calle; más agua para la cubeta que mencioné antes.

Finalmente, la vida útil de las construcciones. La obra publica se construye para que dure toda la vida con poco mantenimiento; mañana se construye el sistema de drenaje pluvial y hasta después de varios años se le da mantenimiento, mientras las tuberías y bocas de tormentas se llenan de arena y basura que las vuelve inservibles, prácticamente inexistentes. Si se tapa el lavabo, ¿a dónde se va el agua?

Viendo todo esto, al final de cuentas lo que diseñamos ya no funcionará en el futuro, se vuelve insuficiente rápidamente, necesitamos construir obras gigantes que reciban lo que le echen, pero ¿quién lo va a pagar? ¿es correcto? Necesitamos implementar alternativas de drenaje y captación de agua de lluvia que imiten a la naturaleza, que permitan que el suelo y los árboles vuelvan a absorber el agua, hay que captar el agua de lluvia y aprovecharla, hagamos las pases con la naturaleza, seamos más responsables con nuestro desarrollo y construyamos un futuro mejor para nosotros y para los que vienen.

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