Carta a Fidel
Por Daniel Tovar
Querido Comandante,
Hoy lamenté hasta las lágrimas que ya no esté usted entre nosotros. Si hubiera escuchado el discurso de nuestro presidente se le hubiese hinchado el corazón de alegría y, como a tantos otros, sus ojos se hubiesen humedecido al escuchar el “Viva Nuestra América” que el de Macuspana fue a recetarle a los del norte en plena Casa Blanca.
Se hubiese acordado usted de aquella vez que el General Cárdenas lo sacó de la cárcel antes de partir en el Granma para liberar a nuestra amada Cuba, porque, ¿a poco no, mi Comandante, con semejantes pantalones el tabasqueño no le recuerda al michoacano? Tanta dignidad ante los Estados Unidos no la veíamos desde entonces por estas tierras, mi Comandante. Y usted supo mejor que nadie de eso.
Me lo imaginé sentado en su silla, con esos pantalones deportivos que le gustaba usar al final de sus días viendo en la televisión al presidente de su amado México gritar vivas a su Patria y citar en su discurso a Lincoln, ese otro gigante al que usted y Juárez admiraron. Me lo imaginé sonriendo como seguramente sonrió cuando El Cuate accedió a venderle armas para la Revolución: con una mezcla de esperanza y dignidad entre los dientes.
Y pensé en usted, mi Comandante, no solo porque el cuadro que tengo en la sala de mi casa de su visita a Chile al lado del compañero presidente Allende me lo recuerda todos los días. Pensé en usted porque es indudable que el “Viva Nuestra América” que pronunció el presidente López Obrador es un profundo homenaje a todas y todos los martianos de la América Latina, entre los cuales, mi Comandante, usted siempre fue el primero y el mejor.
Ojalá que usted, Martí, el General Cárdenas y el compañero presidente Allende, donde quiera que estén, hayan escuchado las palabras que su heredero y alumno más avanzado sobre la faz de la tierra pronunció esta tarde en Washington.