Fito y su amarillo en el Cervantino: de cómo me acercó más al Quijote y a Cervantes
¿Por qué Fito Paez usó un traje amarillo en su presentación en el Festival Internacional Cervantino de Guanajuato en octubre de 2019?
Fue la primera pregunta que me hice al estar viendo su concierto en plataformas de internet ya que no pude asistir al evento. Pero el disfrutarlo de esa forma me llevó a varias conclusiones que pudieran estar muy alejadas de la realidad, cosa que adquiere poca importancia si queremos darle vuelo a la creatividad y sobre todo a buscar respuestas de preguntas que nos hacemos o mejor aún, que aún ni nos formulamos.
Queriendo encontrar las razones de Fito para usar en esa ocasión su traje color amarillo, no di con ninguna, pero sí descubrí que ese color simboliza dos cosas en una concepción general: por un lado, expresa felicidad, optimismo, alegría. Pero por otro lado, también simboliza el rostro oscuro del ser humano: envidia, resentimiento, celos y egoísmo.
Buscando más allá, descubrí hasta ahora (porque en este sistema educativo mexicano a veces descubrimos al Quijote y a Cervantes antes de tiempo, cosa mala) que el color verde impregna la obra del caballero de triste estampa. Pero contrario a lo que percibimos del color verde, que generalmente lo asociamos con esperanza, vida y buenaventura, en la obra de Cervantes tiene otro matiz.
El verde para Cervantes significa decepción, engaño y advertencia. ¿Cómo el autor de una obra universal cambia totalmente la percepción de un color tan emblemático hasta para los movimientos ambientalistas que luchan por la supervivencia de la vida misma? Es una pregunta que posiblemente nos llevará años descubrir, pues ya no tenemos la fuente directa.
Posiblemente, para Cervantes, el verde significaba la naturaleza misma de la humanidad, llena de dudas, de advertencias, de ser y no ser, de tomar partido y a la vez cuestionarse si tomar partido es la decisión correcta. Tal vez para Saavedra el verde expresaba la contradicción de lo que significa ser humano.
Si nos ponemos a pensar, el color amarillo, que en una de sus concepciones expresa envidia, celos y egoísmo, o peor aún, llegó a asociarse con la “fiebre amarilla”, calamidad para la humanidad en algún momento de su historia, puede hacer una fusión con el color azul, que siempre se ha identificado con lo mejor del mundo, lo más positivo, y la mezcla de estos dos colores pueden crear al verde: volvemos al Quijote.
Para la obra de Cervantes, el verde no es más que la expresión pura de la naturaleza humana, impregnada de contradicciones, de pensamientos desleales, de dudas, de arrojo sin pensar en el otro. Sí, el verde es vida, pero la vida encierra distintos matices.
Volviendo a Fito en ese maravilloso escenario teniendo a la Alhóndiga de Granaditas como atractivo visual (e histórico para quienes nacimos en México, uno de los mejores países del mundo, sino es que el mejor), sin pretenderlo tal vez, quiso tomar partido para colocarse en el lado “bueno” del amarillo, no el de los celos, no en el del egoísmo, sino el de la felicidad, el optimismo y la alegría, que es el otro significado que los expertos le dan al amarillo.
Con esa idea, si el amarillo de Fito (el del optimismo) lo mezclamos con el azul tan romántico y esperanzador, tendríamos un verde que nos genera luz, una fuerza interminable para continuar luchando en un panorama que se antoja por ratos desolador.
Si ese verde compuesto de lo mejor de nosotros, lo intercambiamos por el verde de la obra del Quijote, tendremos una historia que nos anima a seguir, porque finalmente, la esperanza muere al último. Si al final de la historia de la humanidad le tenemos que poner un color, deberíamos elegir el verde, pero el que resulta de la mezcla entre un azul infinito de esperanza, con un amarillo lleno de alegría y optimismo, como el traje que utilizó Fito en el Cervantino. Es una explicación tal vez ilusa, pero válida.
Hasta la próxima.