Derechos Humanos, Congreso y Cuarta Transformación
Por Luis Armando Fuentes Valencia
El Congreso local abre la segunda mitad de sus tiempos. Ha celebrado tres períodos legislativos e inicia el cuarto. Uno de sus pendientes, al que debe avocarse de inmediato, es el nombramiento de Presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
Este nombramiento resulta de capital importancia porque hasta ahora, la citada Comisión ha sido un elemento decorativo y además de que debería realizar una función importante, ahora debiera ser una pieza importante para lograr la cuarta transformación. La Presidencia de la Comisión ha sido hasta ahora, una chamba más y su misión principal ha consistido en ser omisa en la violación sistemática a los derechos humanos por parte de los gobiernos en turno. Ya llegaron los tiempos en los cuáles, esa posición debe servir a los fines para los cuales fue creada. La presidencia debe ser ocupada por alguien que se encuentre verdaderamente comprometido con la tutela de los derechos humanos y entre sus características irrenunciables debe estar su sensibilidad y compromiso sociales. No cualquier persona puede ocupar esa posición y resulta difícil que un conserva pueda reunir las características fundamentales exigibles a su titular. Éste, debe ser alguien honorable, respetado y respetable
Lo que sucede con la Comisión en Colima no es algo que sólo pase aquí. Los gobiernos del pasado fueron muy buenos para simular y los órganos encargados de velar por el respeto a los derechos humanos han sido campeones en simular, pues han sido omisos en todo el País. Por eso molesta tanto y a tantos el nombramiento de Rosario Piedra Ibarra al frente de la Comisión Nacional. En Colima, en tiempos de la 4T, necesitamos a alguien que resulte un equivalente local de la luchadora prestigiosa que es Rosario.
Los Conservadores (los conservas, pues) no descansan, lo hemos dicho. Cualquier posición es deseada por ellos, porque éstas se les acaban. Y esta, particularmente, porque todavía tienen mucho por cubrir. Ayer nos enteramos, por ejemplo, que uno de los aspirantes a la titularidad de la Comisión Estatal, Roberto Ramírez se reunía en un desayunadero del norte de la Capital y que ahora está de moda, Pancho Arenas, con el gobernador y rector Fernando Moreno, el innombrable de Colima. Dicha reunión, aunque no sepamos sobre los asuntos que versó la conversación, retrata de cuerpo entero a Ramírez y le otorga puntos adicionales a la negativa a su posible nombramiento. Nadie ligado al pasado, uno reprobado por la ciudadanía puede recibir semejante encargo por parte del Congreso. Y el hecho de que ya haya contendido en el pasado por esta posición, no necesariamente debe otorgarle puntos en un procedimiento nuevo, porque éste debe reponerse desde la convocatoria; esa debiera ser la tarea del Congreso. El citado Ramírez ya tuvo una oportunidad en el gabinete de Mario Anguiano (estuvo al frente de la Secretaría de la Juventud), y con ese nombramiento que se antoja simplón, no pudo ofrecer resultados positivos de su gestión. Y entonces ¿Por qué volver a confiar en él? Y, sobre todo, ¿por qué en una posición que demanda características que él no posee?
Los críticos de la 4T dicen que Morena quiere capturar todos los nombramientos para quienes le son afines (aunque el mandato popular diga otra cosa) y proponen a quienes les son afines a ellos. Ramírez es un priísta reconocido, pues renunció a su posición en el gabinete anguianista para encabezar la campaña de Óscar Valdovinos Anguiano cuando pretendió ser alcalde de Colima (otro objetivo que tampoco logró). En su oportunidad, cuando se presentó al Congreso como candidato para la Presidencia de la Comisión, declaró generalidades como que se debe revisar la Ley porque es antigua y los procedimientos para modernizarlos. Todo eso ya lo sabemos, pero ¿desde cuál óptica desea hacerlo? Pareciera ser un candidato que se aleja de la idoneidad. Y su cercanía con dos gobernadores de infausta memoria para los colimenses, le resta aún más a su idoneidad.
El Congreso debe (porque ese es el mandato que tiene) propiciar la cuarta transformación en Colima. Y eso resulta particularmente importante ahora que todavía tenemos un gobernador tricolor (quizás debiera decir, multicolor). Para eso votamos por los candidatos cuatroteístas. Su mandato consiste en acompañar las líneas de López Obrador para lograr aquí esa transformación tan anhelada también por los colimenses. Nombrar a Ramírez sería una regresión y, por tanto, un alejamiento del mandato que recibieron en las urnas. Nombrarlo sería una afrenta a los colimenses y a quienes lo hagan, si vuelven a ser candidatos, les significaría un castigo por parte de sus electores. Los diputados deben meditarlo muy bien y reponer el procedimiento desde su origen. La elección deberá hacerse escogiendo de entre quienes se presenten como candidatos a partir de una nueva convocatoria y teniendo por guía el perfil exigible a quien ocupe ese preciado encargo.
Queda la impresión de que a veces existe confusión. No cualquiera que se enrede en una bandera y se lance al vacío es un niño héroe. Los señores diputados deberán tener mucha claridad en eso. La titularidad de la Comisión Estatal debe ser entregada a quien garantice que tutelará los derechos humanos de los colimenses. Y ese objetivo deberá acometerlo desde la trinchera de la cuarta transformación, y no, en vez, parapetado en la simulación como ha sido actitud y costumbre hasta ahora. Es una oportunidad que no podemos darnos el lujo de desperdiciar. Debemos ver hacia adelante, nunca hacia atrás. El pasado no debe pasar del todo para que tengamos presentes los errores cometidos y no volvamos a tropezar en la misma piedra, no para volver a equivocarnos.
Así pues, Roberto Ramírez no debe recibir el nombramiento que pretenden él y los conservas. La posición, se debe entregar a un verdadero defensor de los derechos humanos. La lluvia de ayer debiera enfriar la posibilidad de nombrarlo.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.