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Por: Vladimir Parra
Columna: Estación Esperanza
El maíz es una planta milenaria de origen mesoamericano, esencial en la cosmovisión de nuestros pueblos originarios; relevancia que no ha mermado a través del tiempo.
México consume actualmente, 27 millones de toneladas de maíz al año, lo que exhibe su relevancia en la gastronomía actual; esto tiene sus orígenes en el sistema agroecológico polifuncional sustentable que es la milpa, la cual, conformada por el chile, la calabaza y el frijol, fue la base de una nutrición saludable; es además patrimonio biocultural, pues la planta está ligada culturalmente a la identidad mexicana y biológicamente a una gran diversidad, que permitiría fortalecer la soberanía alimentaria y hacer frente a diversos retos (como los climáticos) en los años por venir.
Por otro lado, el maíz, ha sido aliciente para el desarrollo de tecnología ancestral que al día de hoy sigue sorprendiéndonos como la ya mencionada milpa o el descubrimiento del proceso de nixtamalización. Por esto y más, el maíz está intimamente enraizado a nuestro México y a la concepción de nuestros orígenes, es a fin de cuentas, el grano sagrado.
En su momento, el Pdte. Andrés Manuel, consciente de que el uso de semilla de maíz transgénico pone en riesgo la biodiversidad y la salud de la población, emitió un decreto en el que se prohibía para siembra agrícola en México. Derivado de ello, el Gobierno de los Estados Unidos, planteó una controversia al Panel del T-Mec (Tratado entre México, EU y Canadá), que recientemente emitió una resolución donde el resultado no favorece a México. Es necesario aclarar, que la labor del Panel, es resolver controversias meramente administrativas y comerciales, además de proteger intereses corporativos transnacionales, por encima de defender los derechos de los pueblos.
Nuestra Pdta. Claudia Sheinbaum defendiendo los intereses de la nación, ha reiterado, que se le dará la vuelta esta resolución con ayuda de diputados y senadores quienes bajo la visión de la Cuarta Transformación, antepondrán los derechos del pueblo, a la salud, al bienestar y a un medio ambiente sano. No se puede considerar a los alimentos y recursos bioculturales como meras mercancías; no se debería fomentar una tecnología sin ética; no se debería poder patentar bienes comunes a favor del interés privado.
Nos unimos a este llamado en favor de la soberanía alimentaria, de la ética en el consumo, de defensa de la salud propia, del medio ambiente; de la biodiversidad; de nuestra identidad cultural y la defensa de los maices nativos, porque sin maíz, no hay país.