La caída de los paradigmas laborales
Con la llegada de la pandemia, vimos caer el paradigma del trabajo desde una oficina. De repente, pasó lo impensado: no se podía salir de casa.
Hubo rubros y personas que no pudieron permitirse este aislamiento y con toda la precaución personal que podían tener, salieron a hacerle frente a la situación.
Pero fue tal la cantidad de personas que sí adoptaron esta nueva modalidad de “home office” que eventualmente, se tuvo que legislar al respecto para garantizar los derechos de los empleados a desconectarse después de su jornada laboral o establecer la obligación de la empresa de seguir proveyendo de lo necesario para realizar las actividades del puesto.
Cayó el paradigma del trabajo presencial.
Antes de ello, a la generación conocida como “millenial”, se le cayó el paradigma de la jubilación digna, pues en 1997, se modificaron los esquemas para obtener una pensión y quienes entraron a laborar formalmente antes de dicha fecha, todavía son acreedores a una pensión por jubilación que en gran parte cubre el Estado, mientras que todos aquellos que llegaron después, básicamente tendrán que ahorrar toda su vida para costearse la vejez.
Luego se cayó el de la formalidad con la figura de outsourcing, que permitía contratar servicios de personas o empresas bajo dicha modalidad, sin que estos fueran considerados trabajadores formales ni pudieran beneficiarse de los derechos y prestaciones que ello significa.
Y así, conforme la sociedad, la economía y la política se han ido modificando, la realidad laboral y las leyes que le rigen, han hecho lo propio.
Pasamos de que la norma fueran empresas con reglas, horarios y oficinas bien cuadradas y estrictas, a abrirnos a la posibilidad de jornadas más flexibles, oficinas más dinámicas con espacios de relajación, de esparcimiento.
En esta ocasión, el 11 de octubre la Comisión de Estudios Legislativos del Senado, votará un dictámen que ya fue avalado en la Comisión de Trabajo y Previsión Social del mismo órgano y que plantea un aumento en las vacaciones de los trabajadores mexicanos y una reducción a las horas de su jornada.
Lo que al menos en lo personal, espero que sea el final del paradigma de México como uno de los países que más trabaja y menos vacaciones tiene ¡en todo el mundo!
El dictamen que está por votarse plantea que la jornada diaria sea de siete horas en lugar de ocho y que aquel trabajador o trabajadora que tenga más de un año en la misma empresa, pueda acceder a al menos 12 días de vacaciones, los cuales aumentarán dos días laborales por cada año de trabajo hasta llegar a 20. Con la salvedad de que a partir del sexto año, este aumento de dos días, será por cada cinco años de trabajo.
Y aunque este sería el último paso en el senado antes de ser votado en el pleno, de ser aprobada a esta propuesta le falta un largo camino legislativo, pues todavía debe ser enviada a la Cámara de Diputados, donde una vez más, será analizada y votada.
Si es votada sin cambios, pasará directamente al ejecutivo quien debe publicarla en el Diario Oficial de la Federación para que entre en vigor, pero sí hay cambios, esta propuesta será devuelta al Senado para otro análisis y votación.
En un futuro mediano veremos si estas propuestas se convierten en realidad y si otras que ya se han tocado, sin aterrizarse, como una semana laboral de cuatro días, llegan a adquirir el peso que requieren, así como el resto de paradigmas que el cambio se ocupará de hacer caer.